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Dejarse amar puede ser una de las cosas más aterradoras que enfrentamos en la vida.

¿Por qué? Porque implica mostrarnos tal y como somos, sin filtros ni máscaras, y eso nos deja expuestos. La vulnerabilidad nos recuerda que no tenemos el control absoluto, que existe la posibilidad de que nos hagan daño, y ese miedo nos paraliza.

Pero ¿de dónde viene ese temor? Muchas veces, la respuesta está en nuestras experiencias pasadas: relaciones fallidas, rechazo o incluso mensajes recibidos en la infancia que nos hicieron creer que no somos suficientes.

Sin embargo, el amor no es control; es entrega. Y aquí viene la colleja emocional: si sigues levantando muros para protegerte, también te estarás aislando de lo que podría ser una experiencia transformadora. El verdadero reto no es encontrar a alguien que te ame, sino permitirte ser amado. Reflexiona: ¿Qué es lo peor que podría pasar si bajas la guardia? Quizá, solo quizá, encuentres el amor que siempre has deseado.

Para trabajar este miedo, un ejercicio útil es explorar tus creencias sobre el amor y la vulnerabilidad. Haz una lista de los pensamientos que surgen cuando alguien te muestra afecto. ¿Sientes que no lo mereces? ¿Piensas que te lo dicen por compromiso? Este ejercicio puede ayudarte a identificar las barreras que te impiden abrirte. Luego, reflexiona sobre qué evidencia tienes para respaldar o refutar esas creencias. Al desafiarlas, puedes empezar a construir una relación más sana contigo mismo y con los demás.

Recuerda que el amor es un acto de valentía. Y aunque implique riesgos, también puede ser una de las experiencias más enriquecedoras que vivas.